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Torre Latinoamericana, Ciudad de México. |
El ambiente con mis compañeros de trabajo era bueno, sin embargo había algunos que consideré que sentían celos por mi promedio de ventas, entre ellos Juan Castillo y Sergio Santillán, David Espinoza era quien generalmente ocupaba el primer lugar como vendedor, su promedio de ventas rebasaba al mío, consideré que porque él disponía de todo el día para trabajar y yo únicamente de unas cuantas horas. David tenía buenas relaciones con la empresa ya que su hermano era el gerente regional de General Popo a nivel distrito y le pasaba buenos prospectos, en esa oficina de distrito laboraban el señor Samperio y el señor Trevizo, ambos vendedores regionales, que dependían directamente de la Compañía y con quienes posteriormente hice muy buena amistad.
Existía una sucursal, ubicada en la Avenida Niños Héroes, era realmente pequeña, y la manejaba Ramón Téllez, quien era muy hábil para las ventas, y para obtener ingresos por esa vía. La mayoría de mis compañeros de trabajo tomaban, generalmente lo hacían los viernes, argumentado que eran los famosos “viernes sociales”, fue así como a base de mucho insistir, sobre todo por parte de algunos de ellos como Ramón Téllez y Alberto Toscazo, decidí acompañarlos. Cerca de la compañía había algunas cantinas que ellos frecuentaban muy a menudo, y en varias ocasiones lo hice yo también acompañándolos, En un inicio sentía ganas de ir, pero ya estando en esos lugares “compartiendo”, me sentía mal, y lo primero que pensaba era “¿Cómo es posible que venga a gastar el dinero que con tanto esfuerzo obtengo, y teniendo tanta necesidad de él en mi casa y para mis estudios? ” Era algo “increíble” cómo mi fuerza de voluntad se doblegaba ante el alcohol, y sobre todo ante el “ambiente” con mis compañeros de trabajo.
Quizás en mi subconsciente quería imitar a mi padre en sus “bohemias”, lo cual nunca pude hacer, gran parte de mis ingresos se me iban, o más bien los tiraba, sin saber que lo que estaba haciendo era progresivo y mortal, sin embargo mis estudios no los desatendía, llegados los exámenes casi todas las materias las tenía para “extraordinario” por el bajo nivel de asistencias, a excepción de las de 8:00 a 9:00 AM y de 4:00 a 5:00 que las tenía a repetir curso, una era la de economía, mi maestro fue el licenciado Salvador Morales, quien fungía como director del entonces departamento de tránsito del estado. Cuando le insistí para que me concediera el derecho a examen extraordinario recuerdo que tajantemente me dijo “No, o comes o eres Cristiano.”
Entonces recurrí a la FEG, Federación de Estudiantes de Guadalajara, y fue ahí donde logré una recomendación de su presidente para poder obtener el derecho a examen extraordinario, que de inmediato me concedieron. La otra materia que tenía a repetir curso era la de derecho romano, con el licenciado Manuel Ibarra Sauceda, quien era el director del registro público de la propiedad y del comercio. Fui hasta su oficina y le expuse mi problemática y la necesidad de mi trabajo, de inmediato me concedió el derecho a examen extraordinario, y aún más, me examinó a mi solo y por separado, lo cual le agradecí mucho.
En mi casa no desatendía a mi madre ni a mis hermanos, me encargaba de comprarles todo lo necesario, continuaba pagando la renta y así mismo amueblando la casa en lo poco que se podía. Así transcurrió el año 1973, llegado el mes de diciembre obtuve mi aguinaldo, así como mi bonificación por mejores ventas. Decidí ir un domingo antes de navidad al pueblo Unión de Tula y traerme a mi padre, aunque fuera con engaños. Me transporté en mi volkswagen, era la primera vez que lo manejaba en carretera, al llegar al pueblo encontré a mi padre en malas condiciones económicas y de salud, le regalé quinientos pesos y le dije que no me regresaría sin él, me argumento muchas cosas, de algunos “litigios” pendientes que le impedían hacerlo.
Yo me sentí muy triste, y como ya tomaba, decidí ir a la “Bambi”, esa misma noche me regresé a Guadalajara, me acompañaron un hijo de Don Javier Reyes y Carlos Díaz Ramírez, hijo del “Picos.”, quien se fue conduciendo el carro. La navidad en casa ya no fue la misma del año pasado, en donde únicamente, se había comido un pollo, ahora había abundante comida, ya que se juntaron varios ingresos económicos, entre ellos, los de mis hermanos Ulises y Habacuc, así como el mío. Sin embargo había aparecido otro factor, el vino y las cervezas, ya que yo, en mi “orgullo”, tomaba, y aparentaba lo que realmente no era. Mi madre se llenaba de tristeza y únicamente me decía que no fuera a ser como mi padre, que todo lo había tirado.
Las relaciones en mi trabajo, con el señor Vega, eran inmejorables, aunque tenía mal carácter yo todo se lo soportaba, y eso fue creando un ambiente de amistad entre él y yo, lo que se reforzó además con los promedios de ventas mensuales, que eran buenos, siempre oscilaban entre los treinta y cuarenta mil pesos. Mis comisiones no bajaban de los tres mil pesos, en aquel tiempo, muy buenos. Ingresó a la empresa Andrés Medina, cuñado de Carlos Flores Álvarez, con quien tenía una gran amistad en la facultad de derecho. Me pidió que recomendara a Andrés y lo hice con el señor Vega, que de inmediato lo contrató como vendedor. Recuerdo que Medina tenía como cliente a Fábricas de Francia, y con ellos solo le bastaba para mantenerse y llenar su promedio de ventas, aunque este no era muy alto. Así mismo en patio, y como vendedor, estaba Gustavo Peña, quien fuera cuñado de Abel Salgado Velasco (+), ex presidente municipal de Zapopan Jalisco y ex secretario general de la CNC.
Corrían los meses de marzo y abril de 1974 cuando mi padre le escribió a mi madre; “que si lo podíamos recibir en la casa, que me lo preguntara.”, de inmediato le dije que si, que con mucho gusto, que esa era su casa. Mi padre llegó a Guadalajara, si más no recuerdo en el mes de abril de 1974, totalmente fracasado y con la intención (según él) de trabajar en la policía municipal de Guadalajara, en donde tenía un viejo amigo de nombre Antonio Armas, quien ocupaba un alto cargo administrativo y a quien pretendía pedirle la oportunidad de trabajo, situación que nunca se concretó ya que mi padre en su orgullo nunca llegó a ir con él. Después fue con su primo Arnoldo Villaseñor, quien estaba como subdirector de la entonces policía judicial, y este sorpresivamente le pidió su currículum, mi padre se sintió ofendido, consideró que después de aquellos recibimientos que en el pueblo le había hecho a su primo, había sido déspota la forma en que lo había tratado.
Fue entonces que mi padre se colocó en una empresa que vendía seguros y protección jurídica que tenía mucho éxito, se llamaba "Ceja". Ahí conoció a Juan Gutiérrez García, a Félix Solórzano, e hizo más amigos de sus compañeros de trabajo. Recuerdo que se transportaban en VW y mi padre no manejaba, pero los primeros días, casi todos, sucedía un accidente en el automóvil en que le tocaba ir, ya sus compañeros tenían miedo de que se subiera con ellos. El más grave sucedió en las confluencias de las calles de Mexicaltzingo y Américas, debido a eso mi padre permaneció hospitalizado más de diez días y perdió parte de su dentadura. En mi compañía en los meses de mayo y junio seleccionaron a dos de los mejores vendedores, David Espinosa, y el que escribe, para ir a la ciudad de México DF a tomar un curso por quince días, que comprendería desde la materia prima con que se fabricaba una llanta hasta los tipos y servicios que prestaba cada una, así como el sistema eléctrico y automotriz y la fabricación de acumuladores.
Mi problema como siempre sería la escuela, era mucho perder clases, en algo me ayudaba la turbulencia estudiantil y el paro continuo de labores. Fue así como aproximadamente en los meses de mayo y junio de 1974 viajé a México DF, salimos juntos en autobús de la ciudad de Guadalajara David Espinoza y el de la voz, allá nos integraríamos al equipo de trabajo con otros vendedores de la república mexicana. Nos hospedamos en el Hotel Arizona, que se encontraba en en la Avenida Gómez Farías numero 20, en el centro de la ciudad. Era un hotel típico para viajeros, entonces administrado por españoles. México DF me pareció una gran ciudad, en aquel tiempo no era tanto el tráfico ni el smog, y el clima era muy agradable.
La empresa General Popo se encontraba en el Boulevard Miguel de Cervantes Saavedra, permanecíamos dentro de la misma desde las 9:00 AM hasta las 6:00 PM, comíamos en el restaurante de la compañía. Tenía como compañero de cuarto en el hotel a David Espinoza, y por las noches, junto con algunos otros de los mismos compañeros concentrados, salíamos a caminar por las avenidas en donde veía la enorme cantidad de centros nocturnos. Por allá a lo lejos en otra avenida, en el hotel Continental, se admiraba un espectacular que decía: “Aquí esta Olga” (Breeskin), también caminando por Gómez Farías pasábamos frente al Frontón para seguir hasta el centro de la ciudad, llegando por el monumento a la Revolución, y más adelante encontrarnos con la torre Latino Americana y luego el Zócalo, Palacio de Gobierno y la Catedral.
Lic. Hermán René Real
(Continuará en la décimo primer entrega)