Entonces decidí “llevar” clientes a mi despacho, de los mismos que me pasaban en el servicio social, esto a través del contacto con las secretarias, que cuando veían algún caso que no fuese demasiado fácil de solucionar, entonces me hablaban. Ese año (1976) o más bien lo que restaba del mismo resolví junto con mi compañero Esteban Contreras Acosta un caso laboral, este lo solucionamos de manera convencional, nos apersonamos ante el patrón, quien accedió a llegar a un acuerdo pagándoles la mayoría de sus prestaciones a cerca de 15 empleados de una fábrica de zapatos. Así mismo solucione no menos de diez informaciones testimoniales, para acreditar con las mismas la posesión a titulo de propietario de diversos vehículos. Hubo algunos otros casos, la mayoría provenientes del bufete de Servicio Social.
En mi casa, con mi madre y mi padre, seguía colaborando en todo lo que pudiese, desde una parte proporcional de la renta, la compra de algún mueble, o material escolar para mis hermanos, en todo lo que pudiese ayudaba.
Había perdido en el transcurso de mis estudios algunas muy buenas oportunidades de emplearme en despachos jurídicos de renombre, como por ejemplo el de “Campos Somellera” ubicado en Lázaro Cárdenas y López Mateos, en donde llegué recomendado, pero el bufete únicamente para empezar me podía dar “cien pesos a la semana”, lo cual desde luego no me alcanzaba ni para mis propias necesidades, mucho menos para apoyar a mis padres y hermanos. Así mismo no pude trabajar en el despacho de mi maestro Roberto Larios Valencia (+), un gran penalista, quien años mas tarde (1988), siendo Director del DESCOPRES, fue victimado de regreso a su casa. Y también “perdí” la oportunidad de quedarme en las oficinas del PRI estatal, en donde tendría que empezar sin sueldo alguno, como lo hicieron algunos otros compañeros, a la “sombra” de algunos políticos. Yo me había “arrimado” a Ricardo Chávez y a Abel Salgado Velasco, aunque mi padre me había recomendado con el licenciado Arnulfo Villaseñor Saavedra (Viejo político), con quien guardaba algún parentesco y se conocían.
Aunque la mayoría de mis compañeros en la facultad buscaban alguna oportunidad con los mismos maestros que nos impartían clases, era un “semillero” de políticos de aquellos tiempos: Guillermo Vallarta Plata, que impartía Derecho Constitucional, Arnulfo Villaseñor Saavedra, Derecho Administrativo, Guillermo Cosió Vidaurri, (No recuerdo que materia impartía, ya que el no fue mi maestro) Enrique Romero González, Derecho Civil, Ramiro Acosta Castillo, Procesal Civil, Alberto Arámbula Magaña, Procesal Penal, Roberto Larios Valencia, Penal, Edmundo Marquez, Procesal Civil, adjunto de Ramiro Acosta Castillo, Efraín Morfín Ponce, Derecho Agrario, el Lic. Vega Michel, también con Derecho Agrario, el Lic. Gutiérrez de Velasco con Derecho Internacional, y otros muchos mas que se me escapan a la memoria.
A Ricardo Chávez y a Abel Salgado los conocí por medio de mis compañeros Elías Oseguera Pérez (de Pajacuarán, Michoacán) y de Esteban Contreras Acosta. Juntos lo acompañamos a muchos actos públicos, tanto en Guadalajara como en la ciudad de México, allá cuando generalmente se conmemoraba el natalicio de Emiliano Zapata.
En la oficina pronto empezaron las divisiones entre mis compañeros, algunos por “celos” con los otros, o bien porque querían buscar otras oportunidades. Quedamos únicamente Fernando Hernández Hernández, y el que narra. Pronto nos cambiamos a otra oficina en el cuarto piso del mismo edificio Barreto, que rentaba mas barato, pero no teníamos teléfono. No pasaron mas de tres meses que pude “aguantarme” en ese privado, le di las gracias a Fernando y me asocié con Antonio Padilla Jiménez, también en el cuarto piso, en el 404.
También en ese mismo año, y como invitación de Fernando Hernández, me acerque al partido Mexicano de los Trabajadores, en donde litigábamos algunos asuntos de naturaleza laboral, generalmente de obreros muy pobres, por lo que los honorarios a percibir eran mínimos, y se dividían entre Fernando, el partido y el que escribe, aquí tuve oportunidad de conocer al licenciado Manuel Rodríguez Lapuente (+), gran catedrático de la U de G, quien compartía “ideales” con ese partido.
Posteriormente fui invitado por el licenciado Ricardo Chávez Pérez (Ex presidente municipal de Zapopan y Ex diputado local y federal varias veces) a colaborar atendiendo a “campesinos” en la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Jalisco. Se trataba de litigarles sus asuntos agrarios, ya que ellos iban en busca de ayuda a esa institución. No había sueldo, únicamente lo que el “campesino” pudiera pagar por concepto de gastos u honorarios, lo cual también era muy raquítico, ya que la mayoría eran personas de escasos recurso económicos. Este puesto más bien era una especie de trampolín político, pero como en todas esas “andanzas”, se requiere mucha paciencia, dinero, y una muy buena sombra donde cobijarse, esta última ya estaba dada, pero las primeras eran muy difíciles, debido a mi situación personal económica.
No duré mucho en ese nuevo puesto, ya había transcurrido gran parte del año de 1977 y tenía necesidades económicas que solucionar cada vez mas fuertes.
Fue entonces que mi paisano y amigo Ángel Gómez Contreras (La paloma), me invitó a participar en la CNOS dependiente de la CNOP, la primera era Confederación Nacional de Organizaciones Sociales, y la segunda la Confederación Nacional de Organizaciones Populares. Ángel prestaba sus servicios profesionales en el departamento jurídico de dicha organización, y fue ahí a donde llegue, el presidente de la misma era el señor Guadalupe Castellanos (Se hacia llamar, “El Ranchero”).
Había una gran bolsa de trabajo, pero lamentablemente el señor Castellanos era una persona demasiado, “oportunista”, y a la vez no perdía la ocasión de allegarse la mitad de mis honorarios por el simple hecho de ser el presidente de ese organismo, lo cual me parecía totalmente injusto, y ante la paciencia de Ángel, opté por litigar mis casos sin proporcionarle el cincuenta por ciento, únicamente le daba el quince por ciento, lo cual notoriamente “molestó” a esta persona, cerrándome las puertas de su “decadente” y explotada organización. Aquí tuve la oportunidad de litigar dos casos muy importantes para mi, el del señor Julio Ruvalcaba y el de Don Hermilo, al primero, después de un interesante litigio en la vía penal, y de luchar mas de un año, pude sacar de la cárcel a su hijo, acusado injustamente de “peculado” por CONASUPO rural, la Venta del Astillero. Y el segundo caso, era un asunto agrario cuyo litigio se fue a mas de tres años, reconociéndosele finalmente sus derechos a Don Hermilo. Así mismo solucioné el caso de Doña Lucia Murillo, de Josefino de Allende, Municipio de Jesús Maria, Jalisco. Después de una prolongada averiguación Penal, finalmente fue consignado el “abigeo,” que tanto molestó a Doña Lucia y su familia.
En una de tantas Diligencias que practiqué junto con el juez menor de Jesús Maria Jalisco, (Don Lolo, cuyo nombre era Dolores), me recomendó un Juicio sucesorio in testamentario, que tomé a “medias”, cuya masa de la herencia la componían siete hectáreas de riego, allá en aquella población, y que antes de terminarlo y por necesidad vendí, (mas bien rematé) mi 50% cincuenta por ciento de los derechos hereditarios que me correspondían, vendiéndoselos en un bajísimo precio a Don Francisco Contreras, padre de mi amigo el Lic. Esteban Contreras Acosta, siendo aquel quien terminó el juicio.
Por otro lado en mi vida sentimental, había sucedido el “milagro”, Dios me había enviado a la que seria mi esposa, Anita. Todo sucedió como si ya estuviese preparado, o hecho. Se avecinó el cumpleaños de mi amigo el Lic. Fernando Hernández Hernández. Para un 12 de junio de 1976 me invitó a su casa a compartir una cena y unas copas, vivía en la calle Geranio, cerca de la antigua central camionera, a donde yo ya había ido en repetidas ocasiones a estudiar y a consultar su material escolar.
Ese día realmente no tenía muchas ganas de ir a esa fiesta o reunión, sin embargo tenía que hacerlo, ya que había compartido muchos momentos con Fernando y era un buen amigo. Fui a la casa de Salvador Villasana, e invité a mi hermano Habacuc, llegamos a la de Fernando como a las 9:00 PM de aquel día. Ya había iniciado la reunión, había no más de unas diez personas, algunas muchachas que eran sus amigas, un compañero de la facultad, Rosendo Romero González, y nosotros. No tardé mucho en empezar a bailar con una de aquellas acompañantes, habría pasado no mas de media hora cuando llegó aquella muchacha tan hermosa (era la mas hermosa para mi), delgada, blanca, traía un pantalón beige y una blusa azul, su pelo recogido hacia atrás lo sostenía una mascada, sus ojos color miel. Se sentó justo frente a mi, inmediatamente la vi y también me vio, me parecía como si ya la hubiese conocido muchos años antes. En la primera oportunidad le pedí que bailáramos y aceptó, tal pareciera que ya éramos conocidos, el ambiente era tan peculiar, nos pertenecía únicamente a nosotros; ayudado por dos o tres "copitas" que ya había tomado, empecé aquella conversación, le conté donde había nacido, a qué me dedicaba, le pregunté lo mismo, la pieza musical terminó y me había parecido tan corta, me había faltado tiempo para tantas cosas. La llevé a sentar, y yo hice lo mismo, para la siguiente pieza musical, se paró mi hermano y la saco a bailar, después supe que él había negado su parentesco conmigo y la invito a salir, petición que ella declinó. Yo me paré a bailar y lo hice con otra muchacha, ella me veía de reojo, y yo a ella también, queríamos estar juntos. Al terminar, en vez de sentarse, repentinamente se despidió de Fernando, sin hacerlo de mi, me pareció muy extraño, no obstante de que mi amigo le insistía en que se quedara, ella se fue, sentí un vació muy grande, no tardé mucho tiempo y también hice lo mismo.
Al día siguiente era domingo, me desperté con la idea de ir a la casa de Fernando y pedirle la dirección de ella, sin duda él la sabría, le llamé por teléfono y no se encontraba, insistí casi todo el día sin resultado alguno. El lunes por la tarde me encontraba en las oficinas del Partido Mexicano de los Trabajadores, acompañado de Rosendo Romero González, quien también laborara ahí, me dijo "te noto desesperado ¿qué tienes?", le comenté que la muchacha con la que había bailado en la fiesta de Fernando me gustaba mucho, y quería verla, que si él no sabía su domicilio, me dijo que si, que era vecina de Fernando y vivía a cuatro casas de la de él, y que se llamaba Anita. Inmediatamente le dije que porque no me acompañaba a esa dirección para ver si la podía localizar, Rosendo me dijo que si. Al llegar, me estacioné en la esquina de la misma calle Geranio donde vivía Fernando, eran unas callecitas como privadas, al descender del carro inmediatamente vi a Anita, andaba jugando con unos niños, (después supe que eran sus sobrinos) ella también me vio, se sonrojó y se metió a su casa. Yo permanecí parado por fuera del carro, acompañado de Rosendo. A los cinco minutos llegó Fernando, y Salvador, otro vecino de Anita, poco tiempo después salido Anita, ya cambiada de ropa, pasó frente a nosotros y nos saludó, Fernando le preguntó que a donde iba, ella le dijo que a comprar paletas, ya de regreso nos ofreció a todos, yo no acepté, caminó rumbo a su casa y la alcancé, le dije "Anita, me gustaría verte, ¿te puedo llamar por teléfono mañana?", ella contestó que si, que también le gustaría, que anotara el número de su teléfono, le dije "ya lo tengo", te llamo mañana a las 6:00 de la tarde, y nos despedimos.
Continuará: