viernes, noviembre 26, 2021

Historia de Vida, décimo cuarta entrega.


    Entonces decidí “llevar” clientes a mi despacho, de los mismos que me pasaban en el servicio social, esto a través del contacto con las secretarias, que cuando veían algún caso que no fuese demasiado fácil de solucionar, entonces me hablaban. Ese año (1976) o más bien lo que restaba del mismo resolví junto con mi compañero Esteban Contreras Acosta un caso laboral, este lo solucionamos de manera convencional, nos apersonamos ante el patrón, quien accedió a llegar a un acuerdo pagándoles la mayoría de sus prestaciones a cerca de 15 empleados de una fábrica de zapatos. Así mismo solucione no menos de diez informaciones testimoniales, para acreditar con las mismas la posesión a titulo de propietario de diversos vehículos. Hubo algunos otros casos, la mayoría provenientes del bufete de Servicio Social.

    En mi casa, con mi madre y mi padre, seguía colaborando en todo lo que pudiese, desde una parte proporcional de la renta,  la compra de algún mueble, o material escolar para mis hermanos, en todo lo que pudiese ayudaba.

    Había perdido en el transcurso de mis estudios algunas muy buenas oportunidades de emplearme en despachos jurídicos de renombre, como por ejemplo el de “Campos Somellera” ubicado en Lázaro Cárdenas y López Mateos, en donde llegué recomendado, pero el bufete únicamente para empezar me podía dar “cien pesos a la semana”, lo cual desde luego no me alcanzaba ni para mis propias necesidades, mucho menos para apoyar a mis padres y hermanos. Así mismo no pude trabajar en el despacho de mi maestro Roberto Larios Valencia (+), un gran penalista, quien años mas tarde (1988), siendo Director del DESCOPRES, fue victimado de regreso a su casa. Y también “perdí” la oportunidad de quedarme en las oficinas del PRI estatal, en donde tendría que empezar sin sueldo alguno, como lo hicieron algunos otros compañeros, a la “sombra” de algunos políticos. Yo me había “arrimado” a Ricardo Chávez y a Abel Salgado Velasco, aunque mi padre me había recomendado con el licenciado Arnulfo Villaseñor Saavedra (Viejo político), con quien guardaba algún parentesco y se conocían.

    Aunque la mayoría de mis compañeros en la facultad buscaban alguna oportunidad con los mismos maestros que nos impartían clases, era un “semillero” de políticos de aquellos tiempos: Guillermo Vallarta Plata, que impartía Derecho Constitucional, Arnulfo Villaseñor Saavedra, Derecho Administrativo, Guillermo Cosió Vidaurri, (No recuerdo que materia impartía, ya que el no fue mi maestro) Enrique Romero González, Derecho Civil, Ramiro Acosta Castillo, Procesal Civil, Alberto Arámbula Magaña, Procesal Penal, Roberto Larios Valencia, Penal, Edmundo Marquez, Procesal Civil, adjunto de Ramiro Acosta Castillo, Efraín Morfín Ponce, Derecho Agrario, el Lic. Vega Michel, también con Derecho Agrario, el Lic. Gutiérrez de Velasco con Derecho Internacional, y otros muchos mas que se me escapan a la memoria.

    A Ricardo Chávez y a Abel Salgado los conocí por medio de mis compañeros Elías Oseguera Pérez (de Pajacuarán, Michoacán) y de Esteban Contreras Acosta. Juntos lo acompañamos a muchos actos públicos, tanto en Guadalajara como en la ciudad de México, allá cuando generalmente se conmemoraba el natalicio de Emiliano Zapata.

 Era una actividad y un juego, que solo podía jugarlo a plenitud quien tuviera un buen respaldo económico, lo que no acontecía conmigo, tenía que seguir litigando para subsistir.

    En la oficina pronto empezaron las divisiones entre mis compañeros, algunos por “celos” con los otros, o bien porque querían buscar otras oportunidades. Quedamos únicamente Fernando Hernández Hernández, y el que narra. Pronto nos cambiamos a otra oficina en el cuarto piso del mismo edificio Barreto, que rentaba mas barato, pero no teníamos teléfono. No pasaron mas de tres meses que pude “aguantarme” en ese privado, le di las gracias a Fernando y me asocié con Antonio Padilla Jiménez, también en el cuarto piso, en el 404.

    También en ese mismo año, y como invitación de Fernando Hernández, me acerque al partido Mexicano de los Trabajadores, en donde litigábamos algunos asuntos de naturaleza laboral, generalmente de obreros muy pobres, por lo que los honorarios a percibir eran mínimos, y se dividían entre Fernando, el partido y el que escribe, aquí tuve oportunidad de conocer al licenciado Manuel Rodríguez Lapuente (+), gran catedrático de la U de G, quien compartía “ideales” con ese partido.

    Posteriormente fui invitado por el licenciado Ricardo Chávez Pérez (Ex presidente municipal de Zapopan y Ex diputado local y federal varias veces) a colaborar atendiendo a “campesinos” en la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Jalisco. Se trataba de litigarles sus asuntos agrarios, ya que ellos iban en busca de ayuda a esa institución. No había sueldo, únicamente lo que el “campesino” pudiera pagar por concepto de gastos u honorarios, lo cual también era muy raquítico, ya que la mayoría eran personas de escasos recurso económicos. Este puesto más bien era una especie de trampolín político, pero como en todas esas “andanzas”, se requiere mucha paciencia, dinero, y una muy buena sombra donde cobijarse, esta última ya estaba dada, pero las primeras eran muy difíciles, debido a mi situación personal económica.

No duré mucho en ese nuevo puesto, ya había transcurrido gran parte del año de 1977 y tenía necesidades económicas que solucionar cada vez mas fuertes.

    Fue entonces que mi paisano y amigo Ángel Gómez Contreras (La paloma), me invitó a participar en la CNOS dependiente de la CNOP, la primera era Confederación Nacional de Organizaciones Sociales, y la segunda la Confederación Nacional de Organizaciones Populares. Ángel prestaba sus servicios profesionales en el departamento jurídico de dicha organización, y fue ahí a donde llegue, el presidente de la misma era el señor Guadalupe Castellanos (Se hacia llamar, “El Ranchero”).

    Había una gran bolsa de trabajo, pero lamentablemente el señor Castellanos era una persona demasiado, “oportunista”, y a la vez no perdía la ocasión de allegarse la mitad de mis honorarios por el simple hecho de ser el presidente de ese organismo, lo cual me parecía totalmente injusto, y ante la paciencia de Ángel, opté por litigar mis casos sin proporcionarle el cincuenta por ciento, únicamente le daba el quince por ciento, lo cual notoriamente “molestó” a esta persona, cerrándome las puertas de su “decadente” y explotada organización. Aquí tuve la oportunidad de litigar dos casos muy importantes para mi, el del señor Julio Ruvalcaba y el de Don Hermilo, al primero, después de un interesante litigio en la vía penal, y de luchar mas de un año, pude sacar de la cárcel a su hijo, acusado injustamente de “peculado” por CONASUPO rural, la Venta del Astillero. Y el segundo caso, era un asunto agrario cuyo litigio se fue a mas de tres años, reconociéndosele finalmente sus derechos a Don Hermilo. Así mismo solucioné el caso de Doña Lucia Murillo, de Josefino de Allende, Municipio de Jesús Maria, Jalisco. Después de una prolongada averiguación Penal, finalmente fue consignado el “abigeo,” que tanto molestó a Doña Lucia y su familia.

    En una de tantas Diligencias que practiqué junto con el juez menor de Jesús Maria Jalisco, (Don Lolo, cuyo nombre era Dolores), me recomendó un Juicio sucesorio in testamentario, que tomé a “medias”, cuya masa de la herencia la componían siete hectáreas de riego, allá en aquella población, y que antes de terminarlo y por necesidad vendí, (mas bien rematé) mi 50% cincuenta por ciento de los derechos hereditarios que me correspondían, vendiéndoselos en un bajísimo precio a Don Francisco Contreras, padre de mi amigo el Lic. Esteban Contreras Acosta, siendo aquel quien terminó el juicio.

    Por otro lado en mi vida sentimental, había sucedido el “milagro”, Dios me había enviado a la que seria mi esposa, Anita. Todo sucedió como si ya estuviese preparado, o hecho. Se avecinó el cumpleaños de mi amigo el Lic. Fernando Hernández Hernández. Para un 12 de junio de 1976 me invitó a su casa a compartir una cena y unas copas, vivía en la calle Geranio, cerca de la antigua central camionera, a donde yo ya había ido en repetidas ocasiones a estudiar y a consultar su material escolar.

    Ese día realmente no tenía muchas ganas de ir a esa fiesta o reunión, sin embargo tenía que hacerlo, ya que había compartido muchos momentos con Fernando y era un buen amigo. Fui a la casa de Salvador Villasana, e invité a mi hermano Habacuc, llegamos a la de Fernando como a las 9:00 PM de aquel día. Ya había iniciado la reunión, había no más de unas diez personas, algunas muchachas que eran sus amigas, un compañero de la facultad, Rosendo Romero González, y nosotros. No tardé mucho en empezar a bailar con una de aquellas acompañantes, habría pasado no mas de media hora cuando llegó aquella muchacha tan hermosa (era la mas hermosa para mi), delgada, blanca, traía un pantalón beige y una blusa azul, su pelo recogido hacia atrás lo sostenía una mascada, sus ojos color miel. Se sentó justo frente a mi, inmediatamente la vi y también me vio, me parecía como si ya la hubiese conocido muchos años antes. En la primera oportunidad le pedí que bailáramos y aceptó, tal pareciera que ya éramos conocidos, el ambiente era tan peculiar, nos pertenecía únicamente a nosotros; ayudado por dos o tres "copitas" que ya había tomado, empecé aquella conversación, le conté donde había nacido, a qué me dedicaba, le pregunté lo mismo, la pieza musical terminó y me había parecido tan corta, me había faltado tiempo para tantas cosas. La llevé a sentar, y yo hice lo mismo, para la siguiente pieza musical, se paró mi hermano y la saco a bailar, después supe que él había negado su parentesco conmigo y la invito a salir, petición que ella declinó. Yo me paré a bailar y lo hice con otra muchacha, ella me veía de reojo, y yo a ella también, queríamos estar juntos. Al terminar, en vez de sentarse, repentinamente se despidió de Fernando, sin hacerlo de mi, me pareció muy extraño, no obstante de que mi amigo le insistía en que se quedara, ella se fue, sentí un vació muy grande, no tardé mucho tiempo y también hice lo mismo.

    Al día siguiente era domingo, me desperté con la idea de ir a la casa de Fernando y pedirle la dirección de ella, sin duda él la sabría, le llamé por teléfono y no se encontraba, insistí casi todo el día sin resultado alguno. El lunes por la tarde me encontraba en las oficinas del Partido Mexicano de los Trabajadores, acompañado de Rosendo Romero González, quien también laborara ahí, me dijo "te noto desesperado ¿qué tienes?", le comenté que la muchacha con la que había bailado en la fiesta de Fernando me gustaba mucho, y quería verla, que si él no sabía su domicilio, me dijo que si, que era vecina de Fernando y vivía a cuatro casas de la de él, y que se llamaba Anita. Inmediatamente le dije que porque no me acompañaba a esa dirección para ver si la podía localizar, Rosendo me dijo que si. Al llegar, me estacioné en la esquina de la misma calle Geranio donde vivía Fernando, eran unas callecitas como privadas, al descender del carro inmediatamente vi a Anita, andaba jugando con unos niños, (después supe que eran sus sobrinos) ella también me vio, se sonrojó y se metió a su casa. Yo permanecí parado por fuera del carro, acompañado de Rosendo. A los cinco minutos llegó Fernando, y Salvador, otro vecino de Anita, poco tiempo después salido Anita, ya cambiada de ropa, pasó frente a nosotros y nos saludó,  Fernando le preguntó que a donde iba, ella le dijo que a comprar paletas, ya de regreso nos ofreció a todos, yo no acepté, caminó rumbo a su casa y la alcancé, le dije "Anita, me gustaría verte, ¿te puedo llamar por teléfono mañana?", ella contestó que si, que también le gustaría, que anotara el número de su teléfono, le dije "ya lo tengo", te llamo mañana a las 6:00 de la tarde,  y nos despedimos.

Continuará:


Lic. Herman Rene Real

jueves, noviembre 25, 2021

Unión de TVLA, administración 1977-1979 (Segunda entrega).

 

(Hacer click en la imagen para agrandar)

    Ceremonia de cambio de autoridades de Unión de TVLA, en la cual el Sr. Juan Almaraz Ponce, presidente saliente del periodo 1974-1976, hace entrega de la administración municipal al Ing. J. Jesús Corona Sánchez, elegido primer edil por el periodo 1977-1979. 

     Fotografía tomada el viernes 31 de diciembre de 1976 en el anterior recinto de la presidencia municipal, ubicado en la calle Juárez en donde, como referencia, ahora es el comedor asistencial. Imagen capturada específicamente en la oficina del presidente municipal, parte de lo que después se utilizaría como oficina de telégrafos y de manera reciente como salón del maestro jubilado. Se observa en la parte superior el fragmento de la imagen del retrato del presidente de la república Lic. Luis Echeverría Álvarez, presente en todas las presidencias municipales y oficinas de gobierno del país. 

     En ceremonia austera, presidida por el entonces diputado local, Dr. Arturo Gutiérrez Uribe, el edil saliente rendía su tercer y último informe de gobierno ante un reducido grupo de distinguidos invitados de la localidad. Al finalizar, el todavía presidente tomaría protesta a los integrantes de la nueva administración, que daría inicio un día después, el primero de enero de 1977.

miércoles, noviembre 24, 2021

Víctor Flores Sandoval, "Memorias de un trotamundos" Audio lectura (Segunda entrega)


De su niñez, la escuela y el temprano trabajo, aquí ofrecemos la segunda entrega, en audio, del libro "Memorias de un trotamundos" del paisano tulense Víctor Flores Sandoval, pasen ustedes a darle escucha.

Segunda entrega en audio del libro "Memorias de un trotamundos" escrito por el tulense Víctor Flores Sandoval.

lunes, noviembre 22, 2021

Justino González Zamora, obra poética (primera entrega)

 

Profesor Justino González Zamora.

    Justino González Zamora fue un profesor, literato, gestor cultural y promotor social nacido en Unión de TVLA el 14 de agosto de 1928. Hijo del señor, Justino R. González y de la señora María Zamora Solórzano, tuvo siete hermanos, Moisés, Esther, Adán, Octavio, Mina, Alicia y Antonio. El profesor Justino cursó su educación primaria en la escuela “Profesor Andrés G. Quintero” de nuestro municipio, para después continuar sus estudios de educación media superior en el vecino estado de Nayarit, donde iniciaría su desempeño como docente además de ejercer algunos puestos públicos. 

     Regresaría a su pueblo natal en el año 1970 para trabajar en la escuela secundaria, entonces por cooperación, en donde llegó a impartir las materias de civismo, literatura, historia e inglés, además de colaborar en el periódico regional “Noticias de Autlán”. Debido a su gusto musical fue encargado del sonido ambiental de la plaza principal. 

     Entre su obra literaria destaca su cuento “El Tata”, que en el año 1970 fuera merecedor del premio “La rosa de oro” en los primeros juegos florales celebrados en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Escribiría en los siguientes años otros tres cuentos, “El maistro Crispín”, “Adiós Mina” y “Una celda para ti”, con prólogo del reconocido novelista e historiador Roberto Blanco Moheno. Las dos últimas obras, publicadas en 1973 por el Ayuntamiento de Unión de TVLA. 

     El profesor Justino González Zamora murió en Unión de TVLA el 18 de abril de 1977 a la edad de 48 años. Quedarían sin publicar varias de sus obras, “El niño y la corneta”, “La mariposa rosa”, “Guillermina”, “Desiderio del Águila”, “La Porfiria”, “El enemigo”, “Doña Rogelia”, “El hombre del mezquite”, “Mario, el italiano”, así como su obra poética. 

     A continuación, en este espacio, como reconocimiento y con el mayor de los respetos hacia una figura trascendental de la historia cultural de Unión de TVLA, nos permitimos compartir de manera periódica con ustedes algunas de sus poesías.


(Hacer click a la imagen para agrandar)


sábado, noviembre 20, 2021

Historia de Vida, décimo tercera entrega.

Edificio "Mulbar", centro de Guadalajara.


     A raíz de que me despidieron de Servicientro Llantero, el señor Montemayor ordenó que se me hiciera una revisión en todos mis clientes con la intención de verificar si algo “anormal” existía, como por ejemplo, algún fraude o algo parecido. Lo cual no aconteció así, ya que el señor Bedoy, que me acompañó, al checar a cada uno de ellos encontró absoluta limpieza en mis operaciones comerciales. Y entonces la empresa procedió a pagarme mi liquidación en los amplios términos de La Ley Federal del Trabajo, si más no recuerdo, recibí cerca de treinta mil pesos, de aquellos “pesos.” 

    ¿Qué haría con ese dinero? fue una de mis mas sonadas preguntas, por lo pronto decidí pagar algunos gastos de la casa, entre ellos la renta y otros más. En la Facultad de Derecho cursaba ya el quinto grado (el último), de inmediato me nació la idea de poner un despacho jurídico, se lo comenté a Ángel Gomez, así como a mis compañeros Fernando Hernández Hernández, René Gámez Araujo y Esteban Contreras Acosta, quienes de inmediato se emocionaron con la idea, pero…. no tenían dinero. Fue entonces cuando decidí parar ese proyecto, toda vez de que la pretendida sociedad que quizás se formaría carecía de equidad económica. Había concebido otra gran idea, pondría una llantera, con servicios de venta de llantas nuevas y vitalizadas, montaje de llantas, alineación y balanceo, entre otros, “pero…” siempre este obstáculo, se requería de un nuevo socio, que le interesara el negocio, y sobre todo que tuviera el capital para emprenderlo. 

    Fui a hablar con mi tío René Ríos, hermano de mi mamá, y quien en esos tiempos ya disponía de capital. Como antecedente, había trabajado para Banamex como ejecutivo, y luego para una empresa muy fuerte en la venta de productos para la pesca, después se independizó y puso su propio negocio con ese giro, y en esa época aún lo tenía. Al comentarle el proyecto, de inmediato se interesó, habría que buscar un buen local, y un cuestionamiento importante era: “Donde compraríamos las llantas nuevas” y sobre todo, quién nos daría una línea de crédito para ello. Pensé en regresar con el señor Montemayor (en qué mente cabía regresar con la persona que precisamente me había despedido del trabajo), sin embargo era una decisión, y quería cumplirla, se la comenté a mi tío René y estuvo de acuerdo, fuimos juntos a la oficina de Montemayor. Al recibirnos, cual seria mi gran sorpresa que de inmediato me dijo: “Pásele Licenciado.” 

    El de tiempo atrás sabía que estudiaba derecho, sin embargo nunca me lo reprochó porque obviamente le cumplía con las cuotas de ventas. Una vez que nos sentamos mi tío y el de la voz, procedimos a explicarle nuestra visita, a lo que luego asentó; “que bueno que va a poner un negocio propio, usted no nació para ser empleado.” Nos pidió un bien inmueble que respondiera para la obtención del crédito, mi tío le dijo que tenía su casa propia, y en eso quedaría. Habiendo estado de acuerdo con todo,  fijamos fecha con el señor Montemayor para regresar a celebrar el convenio respectivo. Procedí a buscar el local, por razones del domicilio de mis mejores clientes, tendría que ser en el área del mercado de Abastos. Fue así como ubiqué uno por la avenida “Las Torres”, hoy Lázaro Cárdenas, cerca del mercado, era muy grande, tendría un fondo de aproximadamente unos 40 metros, por unos 15 de frente. 

    Localicé al dueño, era el concesionario de Chevrolet en el centro de la ciudad, al preguntarle por teléfono en cuanto rentaba, me dijo que diez mil pesos, nos pareció a mi tío y al que escribe que era demasiado caro (para aquella época), ante esto tendríamos que encontrar un nuevo socio cuya actividad fuera compatible con la nuestra. Indagando aquí y allá reparamos en que justo frente a ese terreno se encontraba un tallercito pequeñito, solo era un cuarto, se leía en el exterior “Kate auto eléctrico", sin duda era lo que requeríamos, ya que compaginaba con nuestro proyecto. Me entrevisté con un tal señor Mondragón, quien era el dueño, casualmente era de Cihuatlán Jalisco, la tierra de mi madre, y conocía Unión de Tula. Todo marchaba muy bien, inclusive había nacido una muy buena amistad, ya que compartíamos semejantes añoranzas. 

    Presuroso el prospecto aceptó el proyecto, el vendería acumuladores y ofrecería servicios de mantenimiento eléctrico en autos y camiones, nada más ideal, quizás también algunos de sus clientes requerirían llantas, o bien alineación y balanceo, o viceversa. Me comentó que ya había visto ese local, pero que también esperaba la oportunidad de hacerse de algún socio, de hecho estaba naciendo una sociedad entre nosotros. Habría que buscar el equipo de alineación y balanceo, y que mejor que en las “Nueve esquinas”, en donde había talleres que podían manufacturarlo, y de esa manera evitar comprarlo a alguna empresa y tener que pagar por la marca, cuando al fin y al cabo la utilidad seria la misma, y a menor costo. 

    Habíamos hecho cita en Chevrolet con el dueño del mencionado local, y fuimos los tres, Mondragón, mi tío René, y el que suscribe, el contrato de arrendamiento ya estaba elaborado. Al momento de nos lo dio para leerlo, y nos disponíamos a firmarlo, mi tío René, como si estuviese leyendo con “lupa”, encontró una diminuta cláusula, que digo diminuta, “microscópica”, que decía algo así como; “que en caso de aumentos en la divisa norte americana, la renta del local se aumentaría en la forma proporcional en que esa moneda aumentara”, la cual alarmó de inmediato a mi tío, ya que el dólar, constantemente (en esa época) aumentaba su valor en relación con nuestra moneda, “el peso.” 

    Mi tío le expuso al señor Álvarez (si más no recuerdo, ese era su apellido) que considerara esa cláusula y la suprimiera del contrato. Quedo de resolver al día siguiente, puesto que lo consultaría con su contador. Llegado ese día negó la petición. (tal pareciera que a toda costa querían lucrar indebidamente con nosotros, o sino, con cualquier otro inquilino que se presentara). Fue así como no se firmó dicho contrato, y el ánimo en mi tío, y el mío propio decayó y se fue enfriando, al grado de que llegamos al punto de renunciar a la idea de dicho negocio. Así terminaba, sin empezar aún, mi proyecto de ser empresario, con un negocio propio. 

    Conforme pasaba el tiempo mi pequeño capital mermaba, tenía forzosamente que invertirlo en algún negocio, fue entonces que retomé la idea de montar el despacho jurídico, volví a invitar a mis “seleccionados socios” (no había pensado en otros), ya que con ellos era con los que guardaba más amistad,  y de inmediato accedieron. Ya no me importaba si contaban con capital para ello, había pensado que en ese caso les prestaría y a futuro podría recuperar mi inversión, lo cual con el tiempo sucedió. Compré mobiliario y consideré, con el consentimiento de ellos, que los gastos se repartirían, para que cada uno, en la parte proporcional, me fuera pagando a plazos.

     Encontré una oficina en el edificio “Barreto”, en la Avenida Juárez número 315, me rentó su administrador, le decíamos: “Tribilín”, era también abogado, y el costo de la renta era de trescientos pesos, nos tocó el privado marcado con el numero 306. Este edificio pertenecía a la señora Celia Mooldom viuda de Barreto, quien además tenía, o tiene, otras propiedades, como el estacionamiento “Mulbar”, ubicado en la esquina de las calles Corona y López Cotilla, siendo además la madre del ingeniero que victimó al “Centavo Muciño” (en aquel bar por avenida las Américas), estrella goleadora de las “chivas” en los años setentas. 

    Había puesto mi primer despacho jurídico, el espacio era muy sencillo, tenía una salita recepción y su escritorio, además un privado con vista a la avenida Juárez, con un escritorio ejecutivo, su sillón, un archivero, y una maquinita portátil de escribir. En la compra de todo lo necesario había invertido aproximadamente seis mil pesos. Abrimos la oficina y de inmediato conseguí una señorita que nos sirviera de secretaria-recepcionista, le pagaríamos cien pesos a la semana. La interrogante que flotaba en mi mente en esos momentos era “donde conseguiría, clientes".  Continuará...

Lic. Hermán René Real 

viernes, noviembre 19, 2021

Víctor Flores Sandoval, "Memorias de un trotamundos" Audio lectura (Primera entrega)



“Memorias de un trotamundos” es un libro escrito por el señor Víctor Flores Sandoval en el año 2009. Con la intención de que se difunda y se reconozca este valioso trabajo, tanto por lo emotivo como por lo histórico, les ofrecemos una versión en audio a manera de entrega serializada. Ojalá la disfruten, al menos un poco, como se hace al leer el libro. Va de nuestra parte, con la mayor admiración y respeto. 

     Para darse una mayor idea de qué trata la obra, a continuación compartimos lo que se escribió sobre el libro en esta página hace ya doce años: 

     Las ediciones de autor siguen siendo la principal veta mediante la cuál la crónica de las comunidades pequeñas se enriquece, libros editados por sus mismos autores como proyectos personales que con esfuerzo sortean la permanente falta de apoyo por parte de las instancias gubernamentales correspondientes. En Unión de Tula debido a estas circunstancias, Moisés González ha adquirido de unos años para acá, la experiencia tanto de escritor, como de editor y publicista de sus propios libros. 

    Con recursos que podríamos describir como "caseros" ha publicado varios títulos tanto de su autoría como de aquellas personas de la localidad que han tenido interés en ver materializadas, en forma de libro, sus vivencias personales o familiares. Fue de esta manera que en días pasados, gracias a él, llegó a mis manos un ejemplar de un libro que le fue encargado editar hace algunos meses, "Vivencias de un trotamundos" del Señor Víctor Flores Sandoval, tulense emigrado hace ya varios años a los Estados Unidos. 

    En sus páginas, el autor, de una manera sencilla pero envolvente, da cuenta de los pasajes mas trascendentales de su vida que, como hilo conductor nos va transportando por los diferentes lugares en donde ha vivido y trabajado a través de los años. El Señor Flores detalla de forma amena, sencilla pero con precisión de cronista, desde la técnica para trabajar de los campesinos de su natal San Cayetano o los avatares de los jornaleros de Texas en la época de los llamados "migrantes", las maneras en las que tuvo que cruzar la frontera con los Estados Unidos cuando esta solo la dividía una cerca de alambre de púas, hasta como se transportaba el ganado desde la Hacienda de San Clemente, primero a caballo por la sierra, y después en tren para llegar a la Ciudad de México. 

     Un libro que a medida que se va leyendo se convierte en pieza entrañable, la narración que cualquiera quisiera oír de voz del tío, del abuelo o del padre. Muy recomendable para quienes deseen saber como se vivía en las rancherías de este municipio hace mas de setenta años o aquellos que han tendido que pasar por la experiencia de emigrar de su lugar de origen en la búsqueda de mejores horizontes. El señor Víctor Flores Sandoval ha escrito una verdadera joya para la crónica de Unión de Tula, lástima que vea la luz solo en una edición de 40 ejemplares, que serán destinados a ser obsequio para sus familiares y amigos, por lo que penosamente no estará a la venta al público en general . (11 de Mayo del 2009)

jueves, noviembre 11, 2021

Historia de Vida, décimo segunda entrega.

Antigua penal de Oblatos.

     Sin recordar exactamente, pero en el año de 1974, VYASA(Vega y Asociados, SA), empresa para la cual yo trabajaba, fue vendida a Servicentro Llantero de Occidente, ubicada en la Avenida González Gallo 1991, y los vendedores que así lo quisiéramos seríamos transferidos a esa empresa. Yo estuve de acuerdo, “continuaría estudiando y vendiendo”, y también lo haría David Espinoza, mientras los demás ya no querrían seguir en la empresa. Fungían en la misma, como gerente general, el señor Salvador Montemayor, y como Gerente Administrativo, Jorge Novelo. El señor Montemayor era una persona madura, de carácter fuerte y con mucha personalidad, tenía como agentes de ventas, entre otros, a los señores Núñez, Ocampo y Topete, viejos lobos de mar cuyos promedios de ventas eran mucho más altos que el mío, me doblaban en el porcentaje, o quizás más. 

    Ellos tenían clientes como lo eran algunas flotillas de auto transportistas a nivel nacional, y además otras grandes empresas. Ramón Téllez, quien había manejado la sucursal Niños Héroes, se fue a trabajar a la negociación LODI, dedicada también a la venta de llantas. A los demás compañeros de ventas en Vyasa les perdí la pista, aunque después de muchos años me encontraría con Juan Castillo, quien se había convertido en “empresario,” tenía papelerías y viajaba con regularidad al extranjero, luego supe que a su propia esposa al parecer la había estafado, y se encontraba huyendo. En Servicentro Llantero nos ofrecieron una comida de bienvenida, en la misma departía con otros vendedores, como el señor Núñez, quien tenía un promedio de ventas mensuales de más de cien mil pesos mensuales, Poco después el señor Montemayor (me imagino que con la idea de saber con lo que contaba) me pediría una lista de mis clientes, la cual le proporcioné. 

    Tenía que redoblar esfuerzos, ya que la competencia era muy fuerte, y no era nada fácil. Sin embargo Dios nunca me desamparó, continúe laborando para dicha empresa todo el año 1974, así como 1975 y parte de 1976, sosteniendo buenos promedios de ventas y aún más, aumentándolos. Lo mismo hice con mis clientes, aumenté el número, manejaba un promedio de ochenta clientes. De las personas que laboraban en Servicientro Llantero, y que me causaron impacto, recuerdo que había un tipo muy carismático, el señor “Salmón”, quien era el encargado del almacén, se mencionaba mucho al señor Michel (al parecer de Ayutla Jalisco) al cual tuve oportunidad de conocerlo, fue uno de los mejores vendedores de llantas, todavía con récords mayores que el señor Núñez, él después tendría una sucursal sobre la Calzada del Ejército, así mismo era muy mencionado el señor Martínez, quien se dedicaba al vitalizado de llantas, después pondría su negocio en las mismas instalaciones que habían sido de VYASA, y el señor Vega, quien se emplearía como gerente de ventas de Volkswagen, sucursal avenida Vallarta, me invitaría a laborar con él, pero decline dicha invitación, hubiera sido como volver a empezar en ventas de un producto del que no tenía experiencia. 

    Así transcurrió el año de 1975, con buenos promedios de ventas (algunas meses llegué a alcanzar los $70.000.00). En ese año (periodo 75-76) presté mi servicio social penal en los juzgados anexos al “Penal de Oblatos” (eran seis juzgados únicamente), el juez quinto de lo penal era el licenciado Sócrates Eloy, y el del Sexto Penal, el licenciado Jaime Cedeño Coral (actual magistrado, desde hace muchos años), ambos eran muy buenos amigos, el licenciado Sócrates Eloy se distinguió por su intachable honradez y profesionalismo, se rodeó de una gran grupo de abogados, algunos funcionarios públicos, de conducta intachable e incorruptible. Años más tarde el licenciado Eloy llegaría a ser presidente del Supremo Tribunal de Justicia en el Estado de Jalisco, para luego renunciar y dedicarse a su vida privada, radicando actualmente en la ciudad de Colima. Como anécdota, a los licenciados Cedeño y Eloy, en una visita que hicieron a Unión de Tula cuando era presidente Lorenzo Ramírez, y mi padre su secretario, se les ofreció una comida en el famoso “Zalate” que se encontraba por la carretera a Ejutla, como a dos kilómetros del entronque con la carretera Guadalajara-Barra de Navidad. 

En el año de 1976 presté mi servicio social en materia civil, teníamos que acreditar haber litigado cuando menos veinte asuntos en esa materia, el bufete del servicio social se encontraba en las confluencias de las calles Venustiano Carranza e Independencia, en la ciudad de Guadalajara, y el director del mismo era mi apreciado maestro Alberto Arámbula Magaña (+).  Rápido me hice amigo de las secretarias encargadas de proporcionarnos los casos, quería más de los veinte, porque algunas de las personas que solicitaban esos servicios eran muy espléndidas y me otorgaban buenas cantidades, por concepto de “ayuda”, para los gastos. 

    Respecto a mi casa, me encontraba mas desahogado económicamente, había más entradas de dinero, las de mis hermanos Habacuc, Ulises, Rommel y Greco, así como la de mi padre. Las de mis hermanos les servían sobre todo para ellos mismos, y continuar con sus estudios. Entre Habacuc y el que escribe pagábamos la renta, así como algunos otros gastos. Ya habíamos cambiado de domicilio dos veces, primero a la calle Vasco Núñez de Balboa, y en ese año, 1976, radicábamos en la de Fernando de Magallanes, ambas del fraccionamiento Colón Industrial. De nuevo en mi trabajo, a mediados del mismo año de 1976, en una de las acostumbradas juntas que a diario se celebraban, al tomar la palabra el señor Montemayor dijo: “A partir del día de mañana, la empresa pagará comisiones por venta cobrada”, se modificaba por completo el sistema que se venía sosteniendo por muchos años en el pago de comisiones por ventas hechas, ya que ahora tendríamos que cobrarle a nuestros clientes, y hasta entonces nos pagarían la comisión. 

    De inmediato me inconformé, y levantando la mano, se lo hice saber al señor Montemayor, quien visiblemente irritado me dijo: “Lo espero en mi oficina, en cuanto termine esta junta.” Así lo hice, al abordarme me cuestionó el por qué yo no estaba de acuerdo con el nuevo plan de pago de comisiones, de inmediato le contesté: “Porque había sido contratado como vendedor, y no como cobrador, lo cual era otro empleo diferente" y cité la Ley Federal del Trabajo. Quiero agregar que durante todo el tiempo que me venía desempeñando en ese empleo de vendedor, tanto en VYASA como en Servicentro Llantero de Jalisco, supuse que mis patrones ignoraban que estaba estudiando, ya que desde un principio, al momento de contratar, lo habían hecho considerando que sería empleado de “tiempo completo”, lo cual no me había afectado en lo mas mínimo, ya que siempre había cumplido con las cuotas de ventas, y aún más todavía. 

    Retomando: Entonces me dijo el señor Montemayor: “Expréseme por escrito lo que me acaba de decir para enviarlo a México y poder sostenerlo únicamente a usted con el pago de comisiones" (como se había venido haciendo siempre), saliendo de la junta con la intención de elaborar dicho escrito, me esperaban todos los demás vendedores (que no se animaron a inconformarse), y atentos me preguntaron cómo me había ido, a lo cual les contesté: "Me dijo el señor Montemayor que haga un escrito de inconformidad y que lo firmemos todos.” Claro que era todo lo contrario, me lo había pedido únicamente a mí, pero me nació la personalidad de líder, la cual tenía muy oculta, y por lo mismo nunca había practicado, pero tal vez, animado por la disponibilidad del señor Montemayor, pretendí apoyar a los demás. 

    Cuando firmamos todos aquel escrito, entré al privado del señor Montemayor, y al mostrárselo, su rostro súbitamente cambió a varios colores, primero al rojo, luego palideceó, para después ponerse cenizo, y tomando el papel en las manos, lo rompió, para luego lanzar un grito que estremeció a todas las secretarias y demás personal de la empresa: ¡Está Usted despedido! ¿qué se cree, líder o que?…. Señor Novelo…despídame a este hombre, no quiero volver a verlo. 

Continuará en la siguiente entrega...

Lic. Hermán René Real 

miércoles, noviembre 10, 2021

Archivo del Maestro Julián Villaseñor Mejía (Entrega número 8 )

 

(Click a la imagen para agrandar)


Se lee:

CORRIDAS DE TOROS

Considerando que las costumbres populares no pueden modificarse por medio de disposiciones positivas, sino que son la consecuencia directa de una educación gradual y paulatina, no podía romperse con esta fiesta genuinamente popular, y comprendiendo también que el pueblo de mi distrito electoral no estaría por la supresión repentina de una de sus costumbres y considerando, por último, en los actuales momentos tanto los Gobiernos de los Estados como los Municipios de los mismos, han sido desgraciadamente imposiciones del Gobierno del Centro o de los Gobernadores, darían margen a que los Ayuntamientos, por la fuerza de la imitación,  provocaría el que se prohibiesen las corridas de toros en gran parte del Estado de Jalisco.



Breve contexto:

    El 10 de Octubre de 1916, Venustiano Carranza, como encargado del poder ejecutivo, en base a un decreto anunciaba la abolición de las corridas de toros. La decisión se sustentaba en “la idea de que el gobierno tenía la tarea de garantizar los derechos fundamentales, cuyo ejercicio permitía el funcionamiento de la sociedad”, y para cumplir tal propósito se tenían que fomentar “los usos y costumbres que contribuyeran en su construcción”. 

    En ese sentido, la Revolución, referían, debía “procurar la civilización de las masas populares despertando sentimientos altruistas y elevando su nivel moral”, esto mediante el establecimiento de escuelas donde no solo se enseñara, sino también se fomentara la educación física, moral y estética, con lo cual se buscaba “preparar al individuo para cumplir sus funciones sociales”. De esa forma debían extirparse los hábitos que obstaculizaran la cultura y “predispusieran al desorden”. En esa lógica era necesario elevar la moral de las masas al tiempo que se suprimían las barreras para “civilizar” al pueblo. 

    Se estipulaba que esa prohibición sería permanente en el Distrito Federal y en los territorios federales que aún existían. En el resto de los estados estaría vigente hasta que el orden constitucional fuera restituido. Las penas para quienes violaran esta ley se establecerían de entre mil y cinco mil pesos o el arresto de dos a seis meses. 

     En el periódico El Universal, su propietario, Félix Palavicini, días antes de la emisión del decreto había iniciado una campaña en contra de la tauromaquia. Se leía en sus páginas: “Una burda y salvaje diversión de la que ningún provecho obtenía el hombre” “Un lastre para la sociedad que se cargaba desde hace cuatrocientos años” “Entre los incultos que son frenéticamente aficionados al coso se produce una familiaridad con el crimen y los acostumbra a ver morir de forma trágica”, así mismo invitaba a los gobernadores de los estados y a las autoridades del Distrito Federal a que promulgaran el decreto que aboliera para siempre las corridas, “en nombre de los fueros de la civilización”. 

     Los ánimos reformistas que emergían del constitucionalismo traerían varios decretos prohibicionistas, entre los cuales estaban además los referentes a la exhibición de películas policíacas, las cantinas, algunas publicaciones calificadas de inmorales o el libre tránsito de las prostitutas en parques frecuentados por familias, una cruzada por moralizar a la sociedad y mejorar las condiciones de salud que Carranza ya había enarbolado desde que había sido gobernador de Coahuila. 

    Respecto a la decisión presidencial, se sabe que Carranza era un gran lector de historia y que su periodo favorito de la misma había sido el de La Reforma, admirador de Juárez, quien el 28 de noviembre de 1867 había así mismo prohibido las corridas de toros en el Distrito Federal; una decisión que sería derogada por Porfirio Díaz doce años más tarde. También se supone que la prohibición fue por la necesidad de mantener el orden en la capital en aquel periodo aciago, ya que se buscaba evitar que las plazas se convirtieran en focos de violencia, como había ocurrido en el porfiriato, de ahí su frase “ La diversión de los toros provoca sentimientos sanguinarios”. 

     Esta reforma era apoyada por un sector del constitucionalismo, y se había implementado en algunos estados desde finales de 1915 e inicios de 1916 en un intento por substituir el gusto del público a los toros y enfocarlo en los deportes, práctica que, afirmaban, “venía desde Atenas y Esparta y se había olvidado debido a la conquista de los españoles”. Se esperaba que la afición taurina, a falta de corridas, asistiera a observar el espectáculo que ofrecerían, gracias al apoyo de la estructura educativa al deporte, jóvenes y señoritas de las escuelas oficiales. 

     Siendo las corridas de toros una tradición de siglos que se había arraigado en el gusto de la población, y debido a esto el espectáculo más popular del país en ese entonces, el decreto fue burlado de manera reiterada, llevándose a cabo corridas en la clandestinidad o inclusive con el apoyo de autoridades municipales bajo la apariencia de ser jaripeos o peleas de gallos. 

     La demanda de la afición hacia las autoridades desde el inicio de la prohibición fue enérgica, a pesar de esto, sería hasta diciembre de 1918 que se discutiría en el pleno de la cámara de diputados la derogación del referido decreto. La entonces mayoría pro Álvaro Obregón de la XXVIII legislatura federal tomaría una decisión política en lugar de hacer caso a la voz del pueblo y pospondría la resolución, ya que esa bancada consideraba que simpatizantes de una eventual candidatura del general Pablo González Garza tenían el control de la empresa “El Toreo”, y llegado el caso podrían manipular el espectáculo con propaganda presidencial a favor de este. 

     Un año más tarde, la cámara de diputados, en la sesión del 2 de diciembre de 1919 aprobaría, con una votación de 94 votos a favor por 34 en contra, la solicitud de derogación del decreto emitido por Venustiano Carranza tres años antes. El profesor Julián Villaseñor Mejía, diputado federal por el distrito 13 con cabecera en Autlán, población de fuerte arraigo taurino, sensible a esto votaría por la afirmativa a la anulación del decreto que prohibía las corridas de toros, y esta determinación la daría a conocer a la población de su distrito electoral en la página diez de su informe final de actividades legislativas (ver imagen).

jueves, noviembre 04, 2021

Historia de Vida, décimo primer entrega.

   


    
Al final del curso altos directivos de la empresa, incluido el señor Vega, nos hicieron una comida, después de un examen el cual pasé con alto promedio. Recuerdo que en la comida estaban el señor Lewis y N. C. Fooy, directivos de General Tire International. Al día siguiente que regresamos a Guadalajara me mandó llamar el señor Vega y me dijo que debido a mi superación y altos promedios de ventas, quería que atendiera la sucursal Las Torres, que se ubicaba sobre esa avenida (hoy Lázaro Cárdenas) y la calle Olmo, colonia del Fresno. Inmediatamente pensé en mis estudios, estaba en el momento determinante de decidir continuar o dejarlos, dedicándome de lleno a la venta de llantas, pero ya atendiendo un negocio. 

    Era realmente difícil la decisión, la consulte con mis padres, y mi madre como siempre me apoyó para que continuara estudiando. Vendría otro problema, el horario de clases se complicaba aún más, el negocio se tenía que abrir a las 9:00 AM y automáticamente tendría que permanecer en él, ya no podría volver a la escuela por la mañana. Estarían bajo mi cargo una secretaria, un empleado para montar y desmontar llantas y otro para atender problemas auto eléctricos, también dedicado a linear y balancear, la responsabilidad era grande, además tendría un almacén con existencia en llantas y herramienta. Finalmente acepté y le firmé de firmado recibido de todo ello al señor Vega. 

    Decidí a quedarme como gerente de dicha sucursal ya que sería una experiencia más en mi vida. Se abrió el negocio y empezó a funcionar, me aboqué a visitar a todos mis clientes, especialmente a los de la zona del Mercado de Abastos, casi de inmediato noté que mis ventas disminuían, cayendo en más de un 50%, ante esto me preguntaba cual sería el problema. Llegué a la conclusión que mis clientes del Abastos no podían dejar sus negocios durante el día para acudir a la sucursal a comprar llantas, lo mismo sucedía con los de fuera de esa área, ellos estaban acostumbrados a que yo los visitara periódicamente, les levantara su pedido, y se les surtiera en su domicilio. 

    Uno de los clientes que me compraba constantemente era el señor: Ramón Michel Barajas (+) (alias “El buchón”) paisano de Unión de Tula, inclusive me llegó a llevar a la sucursal a Carlos Aréchiga (el Friacos del pueblo) para que me comprara. Ambos carecían de tiempo para ir a la sucursal a comprar algo o bien para recibir algún servicio, requerían de la atención en sus domicilios. Por otro lado en la escuela estaba perdiendo ya dos clases, la de 8:00 a 9:00 y la de 9:00 a 10:00 AM, mis estudios se complicaban demasiado y sentía poco ánimo de continuar acudiendo a clases, aún así luchaba por no dejarlos, me sostenía la ilusión de algún día poder tener un despacho jurídico en mi pueblo, o bien ser funcionario publico. 

    Por esas fechas organicé un paseo a mi pueblo Unión de Tula. Allá me esperaba un equipo de Foot Ball, del cual estaba al frente el Dr. Miguel Bonal, mi maestro de química en la secundaria. En la facultad había armado otro equipo, y pidiendo cooperación a todos mis compañeros que íbamos a ir, y a la usanza de entonces, un sábado secuestramos un camión urbano en las afueras de la Facultad de Derecho. Íbamos aproximadamente unos treinta compañeros, entre ellos “El cafre,” (quien se dedicaría a atender un taller mecánico) “El Peluchin,” (quien años después sería delegado de la PGR, al parecer en Chiapas) Cuauhtémoc Lorenzana (quien ocuparía el puesto de director de COPLADE, durante la gestión de Cosio Vidaurri), Cantú Cantú (litigante), Reyes Osorio (+), Jesús Jiménez (litigante), Cedillo Jiménez (litigante), José Morales Buenrostro (quien ha ocupado diversos puestos públicos hasta la fecha) Do Sul Ángel Gómez (Quien laboraría para el Ayuntamiento de Zapopán Jalisco), Magallanes (que ocupara altos cargos en el Poder Judicial Federal), Pedro Eusebio Bernardino (ex Secretario del Juzgado de Primera Instancia de Tamazula de Gordiano), y otros más cuyos nombres se me escapan. 

    En la carretera camino al pueblo, al llegar a las curvas antes de llegar a Tecolotlán Jalisco, el Cafre, haciendo alusión a su nombre, le pidió el camión al conductor, y en una curva pegó por la parte de atrás con un tráiler, se rompió una ventana y uno de los vidrios vino a cortar la frente de nuestra estrella del foot ball, Cantú Cantú. Llegamos a Tecolotlán y en un consultorio dental el doctor nos atendió, cosiendo las heridas de mi compañero, pero ya no podría jugar. Allá en Unión de Tula, anticipadamente había ordenado una birria de chivo con Doña Pilar (menudera, mamá de Adolfo Cortínez), me había costado quinientos pesos,  En cuanto llegamos fui con Cesar Hereford para comprarle varios cartones de cerveza Corona, de ahí los llevé al campo de juego, para mis compañeros, perderíamos el partido 2 a 1. 

     Para la comida Miguel Ángel Castellanos me facilitó su casa, ahí dispuse de unas mesas y comimos la deliciosa birria, después llevé un mariachi, que me cobraba a cuarenta pesos la canción, pensaba que alguno de los compañeros contrataría más, pero nadie lo hizo, y nada mas nos tocaron tres canciones. Aún recuerdo como Pedro Eusebio Bernardino, al estar comiendo la birria, aventaba hacia arriba los huesos de la misma, y gritaba: “Está muy rica, quiero massss…”. Terminada la comida la mayoría de los compañeros se regresaron a Guadalajara en el mismo autobús, nos quedaríamos en el pueblo Ángel Gomez Contreras, Jesús Jiménez Baltasar, El Cafre, Reyes Osorio (+) y yo,  Allá pasamos la noche, no sin antes festejar que habíamos perdido el partido de football, dormimos en el hotel de mi entonces padrino Luís Gómez, pretendía por ese hecho un buen descuento, el cual nos negó. Al día siguiente, con aquella “cruda” que golpeaba mi estómago y remataba en mi cabeza, abordamos un autobús y retornamos a Guadalajara. 

    En mi trabajo, la sucursal llantera seguía funcionando con todas mis limitaciones debido a mis estudios. El punto álgido de todo ello llegó cuando, como a eso de tres meses de estar en servicio, y sin avisarme nada el señor Vega, llegaron directivos de la ciudad de México para que él les mostrara las instalaciones de mi sucursal. Ese día ocasionalmente llegué aproximadamente a las 9:30 AM, ya que venía retrasado de la escuela, y como yo era el único que abría y cerraba, al llegar vi gran cantidad de personas desesperadas que esperaban que se abriera, entre ellos el señor Vega y sus invitados. Su disgusto fue grande, y entonces ya en privado le dije que me volviera a mi antiguo puesto de vendedor, en donde me iba mejor. Accedió y entregué el negocio al señor Sergio Santillán, compañero de ventas, así terminaba mi efímera carrera como gerente de un negocio de venta de llantas. 

    Debido a la falta de asistencias perdí el derecho en la materia de Procesal Penal, que nos impartía el maestro Alberto Arámbula Magaña, quedándome a repetir curso. El referido maestro se retiraría de la docencia debido a una publicación que apareció en el periódico El Occidental, en donde el licenciado se veía compartir sus alimentos en una fiesta con Carlos Morales (El pelacuas), El Cherezada y el Neri, entre otros maleantes. Se facultaría entonces como titular de su materia a su maestro adjunto, decidí en vez de solicitarle el favor para que me diera la autorización a examen extraordinario a este, mejor acudir al despacho del licenciado Arámbula, a pedírselo a él. Me dijo que por qué no lo había hecho con el nuevo maestro, y yo le dije que para mi, él seguía siendo mi maestro. Inmediatamente me firmó mi solicitud, que desde luego la hicieron válida en la secretaría de la facultad. 

Continuará en la siguiente entrega...

Lic. Herman Rene Real 

miércoles, noviembre 03, 2021

Archivo del Maestro Julián Villaseñor Mejía (Entrega número 7)

(Click a la imagen para agrandar)

    Peculiar foto que muestra al Profesor Julián Villaseñor Mejía acompañado de integrantes de su familia (y algunos amigos) afuera de su domicilio en la calle Juárez 8, ahora número 24, posando seguramente orgulloso y satisfecho ante un recién construido portal (se observa aún sin pintar y sin tener el mosaico característico estilo "Guadalajara" en el piso), obra concebida y financiada por el propio Villaseñor Mejía que quedaría como referente cotidiano para los vecinos del municipio, y que al paso del tiempo sería reconocida como "El Portal Villaseñor". 

De izquierda a derecha: 

A caballo, Sr. Aldegundo Torres, ganadero originario de Ayutla, Jalisco, amigo de la familia Villaseñor, sería presidente municipal del vecino municipio, fue propietario varios años de la hacienda de San Cayetano, del municipio de Unión de TVLA. 

Señora no identificada. 

Señora Delfina Luna, mamá de Doña Camerina Fernández, suegra del profesor Villaseñor Mejía. 

Señor no identificado. 

Señorita Luz Elena Villaseñor Fernández, hija menor del matrimonio Villaseñor Fernández.
 
Señora Camerina Fernández Luna, esposa del Profesor Villaseñor Mejía. 
Profesor Julián Villaseñor Mejía.

Señor Víctor Manuel Villaseñor Fernández, hijo del matrimonio Villaseñor Fernández. 

Unión de TVLA (año 1943, aproximadamente)