El "Paseo de la Virgen" el 15 de agosto, en que no interviene ningún acto del culto religioso, por mas que se haga un recuerdo de la Virgen María, es algo digno de rememorar sobre la forma en que acontecía en las primeras décadas del siglo XX.
Las mujeres usaban polvos de arroz en la cara, quemaban huesos de mamey para pintarse las cejas y se rizaban el pelo poniéndole un cocimiento de linaza y enrollándolo en una varilla metálica calentada al fuego. Por supuesto que no falto ocasión en que el cabello quedara achicharrado.
Tradicional era ir hasta El Pedregal, a caballo, a cortar nardos silvestres, no importaba que el regreso fuera bajo un fuerte aguacero, con la ropa untada al cuerpo, al que había que tonificar con un ponche de granada servido en olorosos jarritos de barro o con un tequila, de aquel mezcal ajeno a los procesos químicos actuales.
Rara podía considerarse la ocasión en que no lloviera. Quien tomaba sus precauciones, podía proteger la montura de lucir.
En nuestros días se ha transformado. La celebración es en grande, pues congrega a los hijos ausentes de Unión de TVLA y cantidad de personas que acuden de las rancherías y pueblos vecinos como El Grullo, Autlán, Tecolotlán, Juchitlán, Ejutla, etc., al grado que los autobuses no entran a la población y circulan por el libramiento, desde el anochecer. Solo allá pueden abordar los pasajeros que tienen necesidad de salir del pueblo.
Por la calle México Sur, desde lo que fuera el límite antiguo de la zona urbana y aun mas allá de la "Y" que se forma en el libramiento para la salida rumbo a Autlán, a uno y otro lado se instalan carpas para la venta de bebidas espirituosas.
Bandas, mariachis y conjuntos con sus equipos electrónicos ponen la nota alegre. Entre diestras amazonas, muchachos y adultos "calan" y hacen "bailar" sus cabalgaduras luciendo hermosas monturas.
La población se vuelca hacia el festejo desde la plaza de armas hasta la carretera. Muchas familias se instalan en las aceras de sus casas para disfrutar del desfile espontáneo y tumultuoso, sin faltar un terco borrico que no obedezca a su infantil jinete e invada la banqueta incomodando a los espectadores.
Por todos lados antojitos mexicanos, música y alegría desbordante, sin faltar el tradicional ponche de granada servido ahora en vasos de material sintético, desechables.
Son las doce de la noche y el "jolgorio" ha declinado, sin terminar todavía. Muchas personas ya emprendieron el retorno a sus lugares de origen jalando con sus carros los remolques en que transportan a sus bien cuidados caballos.
Al ver este desfile me pongo a fantasear e imagino montar uno de los mejores ejemplares y ser jinete de aquel conjunto con un jarro de ponche de granada en la mano y brindar por Unión de TVLA.
Del libro "Unión de TVLA, Jalisco. Análisis histórico y álbum" de José Luis Valera Herrera.
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